¿Por qué no pensar que lo que consideramos comúnmente como realidad puede ser también un engaño?

 

No siento ni creo que esta pregunta se la puedan formular muchas personas en la cotidianidad, o no tengo conocimiento si existe un consenso en el imaginario colectivo de lo que es realidad. Lo cierto es que a través de la lectura de Sánchez he podido percibir que por medio de las ciencias humanas, el arte y las tecnologías de la imagen (como Nietzsche, Brecht y Ostermeier), se han podido hacer exploraciones e hipótesis de lo que es esa realidad.

 

La constante lucha a lo largo de los tiempos por representar la realidad ha sido confusa y evolutiva, tanto reveladora como perjudicial; lo cierto es que la premisa que propone este capítulo, habita nuevamente en el Aquí, el ahora, el presente como tal, donde se da la vida.

Antes de llegar al realismo fotográfico que apunta al siglo IXX, me llama la atención que el siglo anterior (XVIII) el criterio de lo real no residía en lo real efectivo sino en lo real ideal, lamento ser insistente en esta parte, pero me encuentro totalmente de acuerdo con esto, la historia sigue dando la razón con referencia a que la realidad y de ahí a la “verdad”, siempre hayan estado condicionadas o manipuladas; hablando de lo que nos compete, en el teatro, este ha estado detrás de las acciones puras y reales realizadas por personas reales, con sus vivencias y sin faltar la complicidad participativa del espectador. Ya después el novelista y dramaturgo francés Gustav Flaubert propone una realidad diferente, una realidad en la forma artística sin caer en la tentación de embellecerla, idealizarla, empobrecerla o instrumentalizarla, sin embargo en su escasa producción dramática, esta propuesta solo se acentúa en el componente simbolista de su literatura, más que en la estrictamente realista. A diferencia de este, Emil Zola en su manifiesto del teatro naturalista, propone el “rigor científico”, exponer en la escena a actores de carne y hueso, tomados de la realidad, analizados científicamente y sin falsedad. Este apartado de lo real en lo visible se hace más palpable para mí, con el aporte de André Antoine al dispositivo escenográfico, el nuevo estilo de actuación propuesto, lo concreto, lo simple y la destrucción de la realidad moldeada por la racionalidad.

 

Más allá de ser considerado el padre de la actuación contemporánea, el aporte de Stanislavsky a la actuación, dejo un camino abierto para otros varios estudiosos del arte de la “representación” de la vida, el ruso pone en paralelo y cuestiona lo real material versus lo real vivido; primero apuesta por la memoria emotiva del actor y luego pasa a las acciones físicas como conocemos, buscando siempre la naturalidad de la vida, a través de los detalles construir lo que él llama la atmosfera, la atmosfera que el público percibe, completa y la hace real, apartándose de la realidad construida que siembra el caos en la ilusión de un realismo. Dentro del grupo de estudiosos del teatro y su actuación como nombré anteriormente, hace parte Bertolt Brecht, este director y dramaturgo alemán con su propuesta de teatro épico, hace de la actuación un compromiso con lo político y lo social, tanto así que su afinidad con Nietzsche es totalmente reconocible; el estudio del nihilismo lo hace pensar en un teatro de reflexión y para que esta exista, debe haber un detenimiento, un pare, así tenemos la escena interrumpida donde lo real aflora en los modos de la discontinuidad, donde la “realidad” de la escena” se ve extrañamente interrumpida por los cantos y distanciamientos en tiempo real, que los actores hacen de sus personajes.

 

Retrocediendo a la pregunta inicial, en el compromiso como actor en formación y en búsqueda de una actuación verosímil, debo concentrar mi atención en la problemática de la transformación de la realidad, hacer las exploraciones y conjeturas del ejercicio que me permitan poder limitar la reproducción de la apariencia, de la realidad de la que habla Bazin, comprendiendo que en el arte no hay realismo sin artificio, sin por lo menos tener la clara posición que tenemos como actores al enfrentarnos y compartir ese aquí y ahora en lo vivencial con el público. A esta búsqueda se ha sumado también Foreman, exponiendo al teatro a que el mismo sea “interpretado” , el teatro dentro del teatro, la triquiñuela que puede en algún momento confundir al espectador y pero que a la vez lo ubica en la convención de una realidad negociable y aceptada. Con respecto a la realidad virtual, debo compartir que nunca he sido muy empático con ella, quizá por ese mismo empeño engañoso de escapar de lo tangencial, lo problemático y lo simple, que es donde para mi toma de alguna manera, significación lo real, tal lo comparte Sánchez: la realidad virtual como engaño respecto a la imagen-escena propuesta por Gubern. Por ultimo Ostermeier ha llevado el concepto de realidad a otro nivel, con su hiperrealismo opta por la centralidad del cuerpo y su irrupción real en la escena, el ritmo agresivo y la construcción coreográfica logrando un nuevo modo de inserción de la realidad renunciando a un nuevo teatro de la convención.

 

Solo espero que esta búsqueda en la que nos vemos comprometidos, los que lo estamos, rescatemos para el teatro un nuevo concepto participativo y de entrañas que aborde lo real que le concierne a la escena teatral y de esta forma poder construir conciencia y divertimento recuperando espacios importantes que, desde la pintura, la fotografía y el cine han sido manipulados, engañados y preconstruidos. 

 

Por Andrés Vásquez

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